Abrí la puerta del piso. Venía de estar con mi amante y aún sentía el calor de su polla entre mis piernas. Una gota de su semen se escurría por mi muslo. Al final del pasillo, en el estudio, se encontraba mi sumiso trabajando. Me senté sobre su escritorio, piernas abiertas, de frente a él. El tacón de mis sandalias se enterraba en su piel, era un tacón muy delgado y alto, eso le excitó. Mi vestido era corto, suave, sugerente y elegante. Me vio y pensó “es toda una Diosa”.
De inmediato percibió el olor a sexo, a placer. Acababa de suceder, mi coño todavía estaba excitado. Él sabía cuál era su tarea: limpiar los restos dejados por ese otro hombre y lamer mi coño hasta que yo quisiera. Subió mi vestido hasta dejar al descubierto mi sexo. Comenzó por la gota derramada, chupó todo aquello como si se tratara de un manjar. Luego llegó a mi coño, lo abrió e introdujo su lengua. Comenzó a aspirar, como si con eso quisiera borrar el rastro de todo cuanto había ocurrido allí. Lamió y lamió, con el anhelo de producirme un orgasmo.
Él se desvistió. Yo me quité el vestido. Subí mis piernas y las apoyé en sus hombros. Su cabeza quedó enterrada en mi coño y, aunque se le dificultaba respirar, no cesó. Al contrario, me subió hasta quedar a la altura de su cara.
Seguía haciendo su tarea como buen esclavo. Una vez me bajó, me di la vuelta y le ofrecí mi culo… un culo erguido, elevado por la posición en que mis tacones dejaban a mis caderas. En mi espalda se marcaba una curva que resaltaba algunos músculos. Era una pose muy sensual. Volví a la posición inicial y me deshice de las sandalías, sólo que esta vez quedé acostada sobre el escritorio.
Su polla estaba hinchada, excitada hasta más no poder. Sumergía sin cuidado su rostro, lamía, se metía de cabeza, paseaba toda su cara entre mi coño y mi culo. Debo reconocer que cuando mi esclavo hace eso, logra excitarme...
Mis fluidos, y quizá todavía los de mi amante, bañaban su rostro. Sus cejas, sus ojos, su boca, su barba… todo él olía ya al sexo que yo había tenido. Ya no pudo contenerse y pidió permiso para correrse, no sin antes hacerme llegar a mí.
Texto del blog AMADIOSA
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