El cornudo y la sumisa G



Conocí a Sumisa G en Internet pues los dos teníamos un blog y éramos sumisos. Al principio hablábamos de nuestros deseos, de nuestras fantasías, pero como ella buscaba Amo y yo Ama y ninguno de los dos encontrábamos a la pareja de nuestros sueños, fuimos cogiendo más y más amistad, hasta que un día nos planteamos iniciar una relación.

Después de todo nos comprendíamos, nos protegeríamos y podríamos entregarnos a una pareja dominante (ella a él y yo a ella). O dado que a mí me gusta mirar y ser cornudo, ella podría encontrar a un Amo y dejarme mirar. Si lo analizábamos así, éramos la pareja ideal pues nos comprendíamos y nos podríamos proteger mutuamente.

Así fue como iniciamos la relación de pareja y seguimos buscando a los Amos de nuestros sueños, hasta que conocimos a un apareja dominante en Facebook. Ella era una mujer morenaza, con un cuerpo de escándalo y él un tipo muy educado y elegante.

Los dos eran Amos y nos propusieron que fuésemos sus esclavos. Y aceptamos. Él tenía una empresa y te contrató a ti de secretaria  mientras su mujer, mi Ama, se quedaba en casa, en un chalé en las fueras en el que yo trabajaba de doncella. Por supuesto ninguno de los dos cobraría sueldo y sólo nos pagarían la seguridad Social.

Así que por las noches los dos atendíamos a nuestros Amos mientras veían la tele sentados en el sofá y tú le chupas  la polla a él y yo le lamía el coño a ella. Y luego  les servíamos la cena y  nos íbamos al  dormitorio donde los dos te follaban y usaban, te azotaban y volvían a follarte, mientras yo mirada de rodillas al lado de la cama y pasaba luego la noche en la alfombra.

Por la mañana preparaba el desayuno y tú te ibas con él al trabajo donde de vez en cuando, te llamaba para que te arrodillaras bajo la mesa y le chuparas la polla. A veces te follaba delante del ordenador, delante de la webcam y entonces llamaba a su mujer, a mi Ama, y ella me azotaba el culo mientras me obliga a mirar como tu Amo te follaba y me hacía a mí cornudo.

A veces invitaban a sus amigos a casa, dos o tres parejas, a los que teníamos que servir desnudos sirviéndoles las bebidas o chupándoles la polla y el coño. A veces nos obligaban a cambiar los papeles y yo chupa pollas y tú el coño de sus invitadas, que quedaban muy contentos del servicio.

Y así seguimos durante todo un año hasta que tú tuviste dudas para seguir adelante con aquello porque no estabas dispuesta a superar los límites que nos pedían, y ellos querían prostituirte para su placer. Y tú no estabas preparada. Y lo dejamos, y nos fuimos a nuestra propia casa a abrazarnos y a consolarnos, porque nos teníamos el uno para el otro mientras encontrábamos nuevos amos. Y además nos queríamos, aunque fuéramos los dos sumisos.
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