Abel, tu amante (II)














 
Y estabas excitada, mucho, porque mientras te lamía el coño y te escuchaba, tenía la cara mojada por tus jugos, por la excitación que te provocaba contarme tu aventura, mi puesta de cuernos.

- Pues tardo unos minutos en volver, se coloco encima de mi sentado sobre mi vagina, sentí que venia desnudo ya, su piel estaba algo fría, pero muy suave al tacto, cogió mis manos con las suyas, y las llevo hacia su pecho, lo acaricie despacio, recordando con las yemas de mis dedos el camino que me llevaba a la zona de su cuerpo que me hacia enloquecer, pero me paro en sus pezones, sentí algo muy frió en uno de ellos, se había echo un piercing en el pezón derecho, lo tome con mis dedos jugando con el, dándole vueltas a una de las bolitas que quedaban en la punta, escuche como jadeó muy suave, y lo hice girar varias veces mas, volvió a tomar mis manos con las suyas, llevándomelas esta vez mas abajo, le acaricie el abdomen, la parte baja de su estomago, su pelvis..
- Sigue, Ama. Sigue contándome.
- No se te pone dura del todo, pero veo que gozas, cornudo mío.
- Sí, mi Ama. Soy impotente, pero un impotente feliz que está todo el día excitado al pesnar en ti
- ¿Aunque sepas que jamás podrás follarme?
- Sí, Ama. Eso, incluso, me hace amarte más y excitarme más aún porque te veo más Diosa y yo más esclavo y eunuco.
- Me alegro de que sea así, cornudo mío. Mi impotente eunuco.

Y seguiste contándome como te habías encontrado con tu ex-amante, Abel; ese chico al que cada vez que ves no puedes resistir la tentación de follártelo, sobre todo ahora que los dos sabemos que soy impotente de por vida y que mi placer es ver que tú lo tienes, aunque sea en brazos de otro, de él, de tu ex-amante que tanto te pone. Y mientras te lamía el coño, la cara interna de los muslos y me llenaba la cara con los jugos de la excitación que te producía contármelo, seguiste con el relato de tu encuentro con él.
- Lámeme, mi cornudo. Mi querido cornudo, que estoy gozando como nunca.
- Sí, mi Ama -balbucí entre tus muslos, mientras te lamía el coño.
- Pues Abel no me dejo seguir mas, se aparto de nuevo de mi, pero esta vez me levanté con el, sentí como bajo la cremallera de mi vestido, dejándolo caer a mis pies, ya solo cubra mi cuerpo mi pequeño tanga, se arrodillo delante de mi y abrazándose a mi poso su cabeza sobre mi pubis, sentí de nuevo su aliento sobre mi, le acaricie la cabeza, y me saque la venda que me había colocado antes, pase mis manos por su cara, quería que me mirara a la cara, pero no esperaba ver en sus ojos lo que encontré, tenia lagrimas en ellos, me miraba con miedo, y a la vez con deseo, no sabia bien que ocurría, pero si que queríamos los dos que sucediera.
- Y qué hiciste?
- Pues me arrodille con él en el suelo, lo acaricie como se bien que le enloquece, lo tumbe con cuidado en el suelo, sobre la colcha de la cama, y tome entre mis labios su polla, la bese con pasión, con ansia, relamiéndome los labios en cada movimiento de mi lengua, la mordi suavemente..
- Me excitas, mi Ama.
- Lo sé, porque aunque la tienes pequeñita, no se te pone dura, sé que gozas mucho.Veo que estás muy excitado y que gozas.
- Sí, mi Ama. Más que nunca. Ahora que soy impotente disfruto más que antes, incluso.
- Me alegro, porque sentí como ami amante raqueaba su espalda, escuche como la habitación entera se llenaba de sus gemidos, y volví a morder su polla con cuidado, dejando que sintiera mis dientes sobre ella, como lo rozaba delicadamente, como lo poseía con mi boca. Continué mi delicado recorrido por su polla, sintiéndola explotar de placer a cada uno de mis movimientos, me deleite saboreándolo, adorándolo, disfrute cada uno de sus gemidos excitándome como nunca, seguí lamiéndolo y chupándolo hasta que exploto dentro de mi boca, dejándome sentir como me resbalaba por el pecho su semen que relamí hasta la ultima gota que salio de su preciosa polla. La trague golosa y deseosa de mas, me quede mirándole a los ojos, encontrando al otro lado justo lo que deseaba, su lujuria, su hambre.
- ¿Y qué más?
- Pues todo, porque esa noche baile para él, él bailo para mi, nos desnudamos mil veces y mil veces maá me volvió a vestir, descubriendo cada vez alguna peca nueva que adorar, descubriendo yo cada vez algún rincón de su cuerpo en el que perderme.
- ¿Sufres?
- Sí, pero no.
- Lo sé. Eres masoquista y te gusta sufrir por mi, por mi placer.
- Es cierto. Estoy muy excitado, mi Ama.
- Lo sé, y yo también lo estoy y voy a correrme sobre tu cara.

Y te corriste, me llenaste la cara de tus jugos que yo lamí y relamí, mientras tú gemías y gozabas, te arqueabas y disfrutabas con varios orgasmos porque eres multiorgásmica y te corriste varias veces. Y cuando te calmaste, me miraste a los ojos y me dijiste que yo podía correrme.

Y entonces metí de nuevo mi cabeza en tu coño, volví a lamerte el coño y me masturbé y corrí sobre el suelo, mientras te decía que te amo, que soy tuyo, que cada día quiero ser más sumiso y más esclavo de tu placer porque te quiero más que nunca.  Y luego me doblaste sobre la cama y me diste 20 azotes en el culo. Diez por cada orgasmos que habías tenido con tu amante. Habías tenido 2 y fueron 20. Y yo te di las gracias tras cada azote y te dije que te amo.

Porque te amo como jamás he querido a nadie ni podre jamás amar a nadie. Un amor total, absoluto que me lleva entregarme a ti para disfrutar con tu placer porque mi placer es ver que tú lo tienes. Y más ahora que soy impotente y que soy feliz de serlo, porque me siento aún más tuyo, más esclavo y más cornudo. Ahora que soy impotente y que sé que nunca voy a follar contigo, me siento tu esclavo real. Es la esclavitud total ante mi Diosa.
Porque te amo.
Tu eunuco sumiso y cornudo, que te ama.
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