Cuernos con un chico de ojos verdes

Sigo ensoñándome contigo y pienso que tras conocernos por la webcam hemos quedado en una ciudad para charlar sobre lo nuestro, sobre mi amor por ti, sobre mis cuernos, antes de ir a ver al chico que te he buscado por Internet. Un chico joven, de 26 años, rubio, de ojos azules y muy bien dotado.

Y además más joven que tú. Y hemos quedado para tomar café en la capital y allí te he dicho que te amo, que quiero ser tuyo, que te adoro y que para mí los cuernos son la demostración de mi amor total y absoluto.

Y te he besado la mano, he olido tu pelo, he besado tu cuello y te he dicho al oído que te amo, que estoy muy enamorado de ti y que después de conocerte mi vida jamás podrá volver a ser igual porque una vez que se te ha conocido y que se ha sido tu sumiso cornudo, ya es imposible dar marcha atrás o huir. Ya no es posible huir de ti, de tus caprichos, de tu poder sobre mí.

Es imposible. Sé que si huyo volveré a ti con la cabeza gacha para ser sometido de nuevo a tu voluntad, porque fuera de ti no hay vida. Una vez que uno te ha conocido sabe que fuera de ti, de tus dominios, de tu mundo, no hay nada. Todo es vacío. Tristeza. Tú eres mi vida. Tú era la vida.

Y tú me has besado con pasión en los labios y me has cogido de la mano y hemos salido a pasear juntos, hasta que hemos llegado al hotel en el que habíamos quedado con el chico y hemos subido a la habitación, donde te he desnudado con mimo.
- Me desnudas para mi amante, para que él me folle cuando venga.
- Sí, mi Ama.
















Y tú te has sentado en la cama con los muslos abiertos y me has hecho un gesto con la mano para que me acerque. Y me he arrodillado de inmediato entre tus muslos, he metido la cabeza en tu sexo y he notado la braga mojada, muy mojada.
- Estás excita, cariño.
- Sí, mucho. Estoy deseando follarme a ese chico de 26 años y de ojos verdes que me has buscado por Internet.
- ¿Piensas follártelo tú a él?
- ¿Quieres que me lo folle?
- Lo estoy deseando. Me gustaría que fueras tú la que te lo follaras.
- Veo que quieres ser muy cornudo.
- Si, amor mío. Soy feliz siendo cornudo, tu cornudo.

Y he apartado la braga y he metido la lengua en tu coño para lamértelo de arriba a abajo y de abajo a arriba.
- Así, cornudo. Excítame para que cuando venga mi amante esté bien mojada y pueda follarme mejor.
- Sí, mi Ama.
- Así, cornudo. Lámeme y prepárame para él.

Y he seguido lamiéndote el coño, metiendo mi lengua en él mientras tengo la polla dura, por fin, y te oigo como me humillas para excitarme.
- La tienes dura. Estás orgulloso de ser mi cornudo.



- Orgulloso y digno.
- Lo sé, cornudo mío. Lo veo en tus ojos.
- Estoy loco por verte gozar en sus brazos porque así se te muestro cuánto te amo.
- Claro, y además eres impotente y no puedes darme placer como hombre, como macho.
- Lo sé, mi Ama, pero eso me hace sentirme más sumiso a tus caprichos y querer verte gozar con otros.
- Lo haré, te voy a hacer gozar viendo como me corro con otro, entre otros brazos, con otros labios, con otra polla dura, muy dura, porque la tuya es flácida e impotente. Yo necesito una polla y tú sólo tienes un pito.
- Lo sé, mi Ama. Estoy loco por verte follar con él.
- Pero verme follar con él es un premio y has de merecerlo.
- Lo sé, mi Ama. Lo sé, amor mío.

Y he seguido metiendo la lengua en tu sexo y te he lamido y lamido el interior de los muslos, los labios del sexo, los muslos y tu coño mojado y húmedo, hasta que me has cogido del pelo, te has estirado entre gemidos y suspiros, y te has corrido sobre mi cara.
- Te quiero, cornudo mío.
- Y yo también mi Ama- te he dicho mientras me relamo los jugos de la cara.

Y entonces han llamado a la puerta. Era tu amante que venía a follar contigo delante de mí. Tenía que prepararte para él. Así que he llevado mis manos a la espalda y te he ofrecido la cara. Y tú me has dado cuatro fuertes hostias que yo te he agradecido una a una. Unas hostia y un gracias, Ama. Otra y otro Gracias Ama. Y así hasta cuatro, hasta que has visto mis mejillas rojas.
- Y ahora vete a abrir a mi amante, cornudo, porque ya estás preparado. Ahora ya eres cornudo y apaleado, lo que tanto te gusta.

Y yo te he besado la mano con la que me has abofeteado y me he ido a abrirle la puerta a tu macho.
Pero esa es ya otra historia.
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