Tu poder absoluto



Pienso en ti y sueño que ya estoy contigo, que te he suplicado que me hagas tu cornudo sumiso y que te llamas Shara Dom. Y que tú has aceptado. Y que al saberlo he brincado de felicidad y te he dicho que te amo, que me entrego a ti para tu exclusivo placer porque para mí es un orgullo humillarme, entregarte mi bien más preciado: mi dignidad como hombre.

Ser tu sumiso cornudo, para que tú disfrutes lo que quieras, cuando quieras y como quieras. para que seas libre, totalmente libre sin límite alguno y sin tener que dar ninguna explicación. Haciendo todo lo que te salga del coño, dicho a la pata la llana. Porque cuanto más cornudo me hagas, cuanto más me humilles, más te amaré. Y lo sabes.

Porque ser tu sumiso cornudo es un orgullo. Es un honor que me permitas ser tu sumiso cornudo; un sumiso a tu servicio, al exclusivo servicio de tu placer que es el mío. Porque al usarme para tu placer te sirvo y mi adoración te enaltece, te eleva e incluso te embellece. Dicen que Cleopatra se bañada en leche de burra para aumentar su belleza y tú te sumerges y bañas en mi amor y sumisión por ti , y sales más bella porque mi sumisión y mi entrega a tu voluntad te embellece, te hace más atractiva y seductora. Irresistiblemente seductora. Te hace más guapa aún tener un sumiso cornudo que te ame.

Porque una vez que se te conoce, una vez que se te ama ya es imposible dar marcha atrás o huir, querer huir de ti, de tus caprichos, de tus antojos. Es imposible. Yo lo he intentado, he querido huir y siempre he vuelto y volveré a ti con la cabeza gacha para ser sometido de nuevo a tu voluntad, porque fuera de ti no hay vida. Una vez que uno te ha conocido sabe que fuera de ti, de tus dominios, de tu mundo, no hay nada. Todo es vacío.

Tristeza. Sólo hay tristeza porque el ser tu sumiso cornudo te trae la alegría, aunque tú no lo sepas en un primer momento. Bueno sí, lo averiguas cuando huyes y comprendes que no hay felicidad posible sin ti, sin tu poder, sin tus antojos, sin tu voluntad sometiendo a la mía.

Cuando comprendes que vivir sin amarte no es vida. Que nada tiene sentido sin estar subyugado a ti. Que tus caprichos y órdenes son deliciosas manjares y el sufrimiento que tú provocas un licor que al principio es fuerte, pero después emborracha de unos placeres inenarrables.

Y uno comprende que una vez que se te ha conocido y que se te ama, es imposible la huida, que no hay escapatoria porque siempre vuelvo a suplicar que tú me pongas de nuevo la correa de tu poder sobre mí. Que vuelvas a uncirme con el honor de ser tu esclavo, tu cosa, tu objeto, tu instrumento de placer. Que no tengas usted piedad y hagas conmigo lo que te venga en gana. A tu capricho.

Porque quiero amarte amo más allá del bien y del mal, más allá de dolor, más allá de los límites que cualquier persona razonable se impone para no caer al vacío. Contigo el abismo es el cielo en el que el dolor es un placer y servirte y humillarse ante ti un orgullo que sólo unos pocos pueden disfrutar y apreciar.

Y te suplico que no tengas piedad y me lleves más allá de todos los límites racionales, que los traspases todos y me conviertas en tu más sumiso y humillado cornudo que sólo piensa por ti, que sólo vive por ti, que sólo está vivo cuando tú lo humillas y sometes con esa dulce severidad que me humilla y que denota amor, mucho amor.
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