- Coge la cámara -me has ordenado.
Y te he obedecido en el acto, la he cogido y te he seguido. Sé dónde vamos; sé que vamos a una discoteca de la playa porque quieres ligarte a algún tío bueno. Y así ha sido, porque al poco de llegar y situarte en la barra (yo me he alejado, como siempre para dejarte libre), se te ha acercado un tipo cachas, muy bueno, que te ha debido de gustar mucho porque cuando te musitaba algo al oído te reías y no dejabas de lamerte los labios cuando lo mirabas a los ojos.
Y al rato de de hablar con él, lo has cogido de la mano y te lo has llevado hacia la puerta, mientras yo te seguía porque ya sé lo que tengo que hacer. Así que cuando habéis llegado a la arena y os habéis echado sobre una esterilla, me he escondido a cierta distancia y me he puesto a grabar cómo te subías encima de él y te lo follabas. Porque eres tú la que te lo follas, la que lleva la incitativa y la que sube y baja sobre su polla.
Y así has estado, follándotelo, hasta que te has corrido, te has subido las bragas y te has despedido de él. Sólo querías un polvo, le habías dicho. Y cuando has llegado al coche te has sentado con las piernas abiertas esperando a que yo llegue para hacer lo que siempre hago: meter mi cabeza entre tus muslos y lamerte el coño para dejártelo bien limpito.
- Lame, cornudo, que al verte así me vienen ganas de correrme otra vez.
Y te he lamido el coño hasta que te has corrido de nuevo, pero esta vez sobre mi cara. Y luego te has compuesto las ropas y has conducido hasta casa porque ahora viene lo mejor: Me pondrás el vídeo en la tele para que vea de nuevo como has follado con otro, mientras me azotas el culo con una zapatilla o con la fusta que te regale en nuestro primer aniversario. Cuando celebramos un año de mis primeros cuernos. Porque esa es la fecha de nuestro aniversario. Y porque te gusta azotarme el culo después de haberme hecho cornudo para que me sienta más cornudo, apaleado y humillado.
Y mientras me lo azotabas y te daba las gracias por hacerme cornudo, te he dicho que te amo; que te quiero, amor mío, que no puedo vivir sin ti, sin mi amor total por ti porque sin ti sólo hay tristeza pues el ser tu esclavo cornudo me trae la alegría porque no hay felicidad sin ti, sin tu poder, sin tus antojos, sin tu voluntad sometiendo a la mía. Eso lo sabes cuando comprendes que vivir sin amarte no es vida. Que nada tiene sentido sin estar subyugado a ti. Que tus caprichos y órdenes son deliciosas manjares y el sufrimiento que tú provocas un licor que al principio es fuerte, pero después emborracha de unos placeres inenarrables.
Y uno comprende entonces entre latigazo y latigazo, que una vez que se te ha conocido y que se te ama, es imposible la huida, que no hay escapatoria porque siempre vuelvo a suplicar que tú me pongas de nuevo la correa de tu poder sobre mí. Que vuelvas a uncirme con el honor de ser tu esclavo, tu cornudo, tu instrumento de placer. Que no tengas piedad y hagas conmigo lo que te venga en gana. A tu capricho.
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