Y entonces lo mismo me dabas de hostias mientras me masturbaba tras un mes sin correrme o me ponías pinzas con plomos en los pezones mientras lo hacía. O me obligabas a lamerte el culo o el coño mientras me masturbaba. O te ponías delante de mi y te masturbabas con un consolador mientras me decías que hasta el consolador de plástico tenía el derecho de follarte y yo no. Y yo, arrodillado frente a ti, me masturbaba y me corrió en borbotones tras tantos días en abstinencia.
Así que cuando me dijiste que me iba a correr de nuevo, que había llegado el momento, me supuse que sería de una de estás forma; pero tú me dijiste que no, que por fin iba a follar de verdad en un intercambio de parejas. No me lo creí, pero tú me insististe que sí, que ibas a hacer un intercambio de parejas y que tú follarías con el hombre y yo con la mujer. Seguía sin creérmelo, pero como insististe tanto en ello llegué a aceptarlo, aunque prefería hacerlo primero contigo.
- Conmigo no. Conmigo jamás follarás. Nunca. Jamás. Te morirás sin haber siquiera rozado tu pito con mi coño.
Y era verdad, porque cuando dormíamos abrazados (siempre lo hacíamos porque pese a todos nos amamos), teníamos dos formas de hacerlo. O bien tu desnuda, como siempre y yo con cinturón de castidad. O bien me obligabas a mí a dormir desnudo mientras tu lo hacías con una braguita. Y entonces pegabas tu sexo a mi pito y yo me excitaba, pero no podía hacer nada, ni penetrarte ni rozar tu coño (por la tela). Y así, sufriendo de mayor y deseo por ti, pasaba la noche. Deseándote, pero sin poder ni rozar tu piel. Una tortura cruel.
Así que cuando me dijiste que por fin iba a follar con otra, me extrañó, pero lo acepté al ver que ibas en serio. Tú no me sueles engañar.
- Prepárate porque están a punto de llegar. Me ha llamado Alberto y vendrá con su chica para que hagamos intercambio de parejas.
Y me preparé como siempre que vas a follar con otro, con el cinturón de castidad y las braguitas, pero tú te acercaste, me besaste, cogiste la llave y me la quitaste.
- Quiero que esta vez folles de verdad
- Gracias, amor mío.
Así que cuando llamaron a la puerta me dijiste que esperara porque tú ibas a recibirlos y a traerlos al dormitorio.
- Es que quiero presentártelos, pero sobre todo presentarte a ella.
Y saliste y volviste al rato cogida de la mano de un chico que ocultaba algo a su espalda.
- Preséntale a la chica con la que va a hacer el intercambio, con la que va a follar.
Y Alberto sacó de su espalda una muñeca hinchable y la cogió del hombro.
- Te presento a Clara, tu chica: la chica con la que vas a follar.
- Pero es de plástico.
- Cierto, pero no te he mentido. Te he dicho que ibas a follar con una chica, pero de plástico.
Así que os habéis denudado, os habéis subido a la cama y os habéis puesto a follar mientras yo me quedaba atónito con la muñeca hinchable en el brazo.
- ¿No follas, cariño? -me preguntaste pícara, mientras me mirabas y se follabas a tu macho a horcadas sobre él, en al posición de jinete que a mí tanto me gusta porque me permite acercarme por detrás y lamerte el culo. Aunque sé que tú postura favorita es a cuatro patas y no sé si es porque puedo meterme por debajo, ver bien cerca como la polla de tu amante entra y sale de tu coño.
- No, no me apetece.
- Vale, como tú quieras, pero el intercambio ya está hecho. Ahí tienes a tu chica -me explicaste poco antes de correrte entre gemidos y suspiros.
Y luego te asomaste por el borde de la cama y me dijiste que me la follara, que la pusiera sobre la alfombra porque querías ver mi intercambio, querías verme follar con mi chica.
-Venga, cornudo. No te retrases que quiero ver tu intercambio, como follas y te corres. Deberías darme las gracias por permitírmelo.
- Gracias, amor mío por permitir que me corra, por permitir que por fin folle.
Y eché la muñeca sobre la alfombra y metí mi pito en ella, duro, porque al sentirme tan cornudo y humillado, se me había puesto muy dura y comencé a subir y bajar el culo, mientras me follaba a la muñeca. Y tú, desde la cama, me dabas palmadas en el culo, hasta que me corrí dentro de la muñeca.
- Ya has follado en el intercambio, cielo. Ahora me toca a mí.
Así que te pusiste a cuatro patas y le dijiste a tu amante que te follara en esa postura que sé que tanto te gusta, pero cuando él te dijo que iba a correrse, lo paraste, te echaste sobre la cama y le dijiste que se corriera sobre tus tetas. Y él lo hizo y entonces cogiste su semen y lo restregaste sobre tus pezones.
- ¿Quieres chuparme las tetas, cornudo? ¿Quieres mamar como un niño la leche de otro macho en mis tetas?
- Si, amor mío
Y me cogiste la cabeza, llevaste mi boca a tu oscuro pezón y me dijiste que mamara tu leche, la leche de tu macho. Y eso hice. Comencé a chupar tu pezón, a mamarte como un niño, mientras tu me cogías la cabeza, me acariciabas la nuca y me decías que me amabas y que te gustaba mucho darme de mamar.
- Aunque no sea la leche que te esperabas, cariño.
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