Y te has sentado en el escritorio, te has levantado la falda y he metido de inmediato mi cabeza en tu coño para lamértelo, mientras tu me azotas el culo en esta postura que, según me habías advertido, es tu preferida porque según el placer que te dé me azotas más o menos.
Y una vez que te hubiste corrido y que le hube limpiado el coño de los jugos de tu excitación, me dijiste que teníamos que hablar. Y hablamos. Me dejaste claras algunas cosas que yo ya sabía o intuía y otras nuevas que no esperaba. Estaba claro que tú tendrías libertad absoluta para todo y yo no tendría libertad para nada, incluso tendría que pedirte permiso para salir a la calle a tirar la basura.
De eso no tenía ninguna duda, pero ayer me aclaraste que esa libertad tuya también incluía salir sola a follar sin contar conmigo, es decir, que yo no asistiría a todas tus folladas y a mis puestas de cuernos.
Querías salir sola a follar con otros y yo al principio no lo entendí por muy bien porque sentía que me excluías, que me dejabas a un lado porque me habías dicho que siempre estaríamos juntos en todo, que lo compartiríamos todo (incluidas tus sesiones con otros sumisos) y las puestas de cuernos.
Así que fue una sorpresa que no entendí. Aunque lo acepté, cuando me dijiste que no serían todas las veces, sino algunas.
- Cuando salga de casa te diré que voy a follar con otro –me aclaraste-, y tú me esperarás desnudo y vestido sólo con el cinturón de castidad. Y cuando vaya a volver te avisaré por teléfono de que llego y te irás de inmediato a la puerta para ponerte de rodillas y esperar a que llegue. Y cuando abra la puerta, me quitarás las bragas que he llevado para follar con otro macho, te las pondrás y me acompañarás a la cama donde te contaré cómo he follado con él y cómo te he hecho cornudo.
- Preferiría verte follar con él –te repliqué.
- Lo sé, pero será así.
No lo comprendí al instante porque sabía y sé que te encanta que te vea como follas con otros, como me haces cornudo, cómo me arrodillo junto a la cama y te coja la mano para besártela y decirte que te amo, mientras follas con otro macho. Porque también me habías comentado que tendría que lamerte el coño antes de follar con otro macho, para excitarte, y después para limpiarte.
- Y a él también, no se te olvide -me habías puntualizado.
- ¿Quieres que le chupe la polla a él para excitarlo y que te folle mejor?
- Por supuesto.
- ¿Y que luego de limpiarte a ti el coño cuando se haya corrido, le limpie a él el semen de su polla?
- ¿Es que hay alguna razón para que no lo hagas?
- No, amor mío. Ninguna. Debo hacerlo.
Por todo esto no entendía tu necesidad de follar a solas. Pero ahora sí. Creo saber por qué lo haces y lo acepto. Porque creo que quieres dejarme claro que tu libertad no tiene límite y que por tanto, al salir a follar con otro sin contar conmigo, pones en evidencia que tú eres libre, completamente libre y yo no lo soy. Y he recapacitado y creo que tienes razón, porque si siempre estuviera yo presente limitaría tu libertad y tú has de ser libre para entrar, salir y follar. Así que parece lógico, razonable e incluso necesario que en nombre de esa libertad tú puedas follar con otro sin que yo esté presente. Ahora lo comprendo.
Porque de lo contrario tu libertad no sería total y absoluta, como los dos queremos. Eres tan inteligente que me haces razonar y comprender ciertas cosas, a las que yo no llego. Ahora lo comprendo y lo acepto. Y te doy las gracias por hacérmelo comprender, por hacerme entender que para que seas libre, completamente libre, es fundamental e imprescindible que puedas follar con otros sin que yo esté presente. Es casi imperativo, necesario y obligado. No lo había entendido, pero ahora lo entiendo, comprendo y acepto.
Lo único que te suplico es que sean las menos veces posibles, es decir, que haya más veces en las que me dejes participar que las que salgas tú sola. Pero eso, como todo, depende exclusivamente de ti porque no podemos hacer nada que cercene tu libertad. Nada. Absolutamente nada. Tu libertad es primordial y está por encima de cualquier otra cuestión. Ahora lo entiendo. Te pido perdón por ser tan estúpido.
Bueno, lo comprendí anoche. Lo comprendí cuando vi que se me ponía la polla dura al pensar todo esto. Y te lo dije:
- Me pones la polla dura.
- Pues no lo quiero.
- ¿Quieres que sea completamente impotente?
- Sí, lo deseo. Lo quiero y lo serás.
- Yo también, amor mío. Yo también deseo todo lo que a ti te dé placer.
Pero como eres una mujer muy inteligente, también quedamos y coincidimos en que somos seres humanos, que nos amamos y que aunque tú tengas libertad absoluta para todo y yo libertad absoluta para nada, sin contar contigo (porque mi libertad la controlas tú), somos seres humanos que nos amamos, por lo que dormiremos abrazados, nos diremos cuántos no amamos, saldremos a pasear por la calle cogidos de la mano, iremos a comer a restaurantes y nos sentaremos en bares o plazos como dos románticos enamorados. Y aunque sé que no podré besarte por iniciativa mía, también sé que tú me besarás siempre que quieras, ya sea en casa, en la cama o en la calle. Eso me emocionó y mucho.
Porque te amo
Tu cornudo sumiso que quiere ser cada día más impotente.
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